domingo, 21 de diciembre de 2008

Quejarse es un vicio


El otro día cogí un taxi por la noche, y el taxista me cobró un dineral por la bajada de bandera en un recorrido que casi no valía la mitad. Y encima de que nos dejamos la pasta en los taxis siempre se están quejando. De verdad que no hay quien los entienda. Puedo aceptar que el trabajo de taxista es sufrido, ya que los turnos siempre son fastidiosos, pero comparados con los tarifas abusivas que nos imponen, ya está más que compensado. Pero aun así, siguen quejándose. Más tendríamos que quejarnos nosotros, los clientes, que a parte de los precios para ricos, el servicio es bien malo. Así que, aunque quejarse sea un vicio, es fácil dejarlo si sabes cómo.

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