viernes, 28 de noviembre de 2008

Disculpen el retraso

El otro día estaba con unos amigos hablando sobre un viaje a Grecia que queremos hacer. Hablando, hablando, nos pusimos a recordar nuestro último viaje juntos, nuestro viaje a Berlín el verano pasado. Y en ese momento me acordé de cuanto odio los aeropuertos. Os lo explicaré.
El viaje de ida fue perfecto, cogimos nuestro avión en el Aeropuerto Madrid-Barajas a nuestra hora, y llegamos a Berlín a la hora preestablecida. De lujo. Después de pasar cinco días allí, el sexto teníamos que volver a España, y ahí empezó nuestra odisea.
Lo primero es que nuestro avión salía a las 6 de la mañana, y habíamos quedado a las 4 en el hall del hotel para coger un autobús que nos llevara al aeropuerto. Bueno, pues dos amigas llegaron a las 4:30 con la maleta de una de ellas abierta porque no la podían cerrar (las compras es lo que tienen), así que le ayudamos y nos fuímos ya hacia el aeropuerto.
Después de correr como no lo habíamos hecho nunca resulta que nuestro avión llevaba un retraso de 7 horazas, que se dice pronto, 7 horazas. Durante nuestra agradable estancia de 7 horas en el aeropuerto de Berlín, hicimos un montón de cosas.
Dormimos por turnos para vigilar nuestro equipaje de mano. Un amigo perdió su mochila, y nos recorrimos todo el aeropuerto para encontrarla, evidentemente sin cámara de fotos ni mp3. A una amiga le robaron la chaqueta mientras estábamos tomándo un café, evidentemente nos cagamos en volver a recorrernos el aeropuerto por una chaqueta. Otro amigo se cayó y se dobló el tobillo, total para que al final no fuera nada. Otra amiga discutió con su novio y desapareció, y estuvo desaparecida 4 horas. Mientras tanto la única opción para encenderte un cigarro era el cenicero gigante, también llamado sala de fumadores. Y al final cuando las 7 horas ya se habían convertido en 12 horas, y ya nos habíamos comprado todas las colonias y el tabaco posibles, conseguimos embarcar.
Y por fín llegamos a casa, después de un viaje de vuelta interminable. Así que ayer recorde lo que odio los aeropuertos, y sobre todo como odio los aviones retrasados. Yo tengo que estar no sé cuanto tiempo antes de embarcar en el aeropuerto, pero el avión puede permitirse el lujo de llegar 12 horas tarde.

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